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  • Foto del escritorCelia García Castilla

Vamos a contar mentiras

Los látigos de arena que laminan el levante erosionan las calles de Conil.


Los muros se cuartean como un huevo cocido y crujen igual cuando salen volando la cáscara y la carne blanca de las paredes, hasta dejar la yema pelada. Entonces descubres que todos los edificios de allí están hechos en realidad de arena.


El viento sigue soplando para allá y amontona en cuatro dunas lo que hace un momento eran casas, escuelas o la biblioteca.


Los niños, que conocen la mezcla perfecta de agua salada y arena seca, van enseguida con sus cubos y sus palas y lo hacen todo de nuevo, igual pero un poco más allá. Luego llegan corriendo los adultos con la cal y el yeso para dejarlo todo blanquito, como debe estar.


Y supongo que por eso me pierdo continuamente por esas calles preciosas.


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