UNA AGONÍA COTIDIANA
- Celia García Castilla
- 5 may 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 27 may 2019
Nos despedimos cordialmente en el rellano del primer piso y opté por bajar en ascensor. Ella eligió bajar andando. Gran cagada, ahora coincidiríamos otra vez junto a los buzones y ambas lo sabíamos. A duras penas había salido airosa del encuentro en el rellano, "qué casualidad, tenemos la misma camiseta, bueno la tengo en casa, ahora no la llevo puesta" ¡Por qué soy tan imbécil!
Podía oír su trote acelerado bajando las escaleras. Mi ascensor besaba la planta baja. Gran escalada en la tensión. Mientras se abría la puerta automática escuchaba a la pobre señora alargar sus zancadas a la desesperada hasta alcanzar el portal con un resuello de alivio. Dejé de dibujar patrones de desbloqueo y salí al pasillo. Uf. Por poco.
Fui descargando tensión con cada carcajada que se me escapaba camino a la zapatería.

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