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RECUERDO LA VEREDA DE LA ESTRELLA

  • Foto del escritor: Celia García Castilla
    Celia García Castilla
  • 26 feb 2019
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 1 mar 2019

Un ombligo de venus solitario y valiente se rebela contra el alicatado de mi patio. Eso me recuerda que yo, un día, venía con buena compañía abrazada a un montón de musgos y ombliguillos de Venus. Entonces empezaba el túnel, tan oscuro, tan largo.


El empezó a cantar "¿cómo era aquella canción, Celia? Es una lata…" me daba la risa y se la continuaba "…el trabajar, todos los días te tienes que levantar". Cantábamos largamente, al compás de nuestros pasos, acariciados por un viento de primavera todavía escarchado de Abril en la Sierra. Éramos dos briznas de hierba meciéndose en aquella brisa que nos afilaba las sonrisas, que peinaba las algas de nuestras cabezas de pizarra bajo la corriente del Genil. Con aquel viento limpio y espeso que me quitaba la sed, seguíamos la canción "aparte de esto, gracias a dios, la vida pasa felizmente si hay amor" y el final del túnel resplandecía como una moneda de plata, "si hay amor".


Hubo mucha gente que me preguntaba por qué nunca probé a ponerle el anzuelo. Que poquito saben acerca de enamorarse. Nunca se han sentido descalcitos y desnudos en un túnel, sin miedo a no poseer nada excepto su ridícula canción, su sonrisa, su olor y su alma entera en una tinaja de barro que va a reventar de aire, con los pies fresquitos, que es como mejor se piensa, suspendidos en el túnel solo durante una estrofa para siempre. Qué dulzura de voces titilando en cristalillos por los ecos profundos de las rocas. Qué guarrería.


Si se enterara su mujer...



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