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  • Foto del escritorCelia García Castilla

POSPONER ALARMA 5 MINUTOS

Actualizado: 25 sept 2019

Robándole puñaditos de tiempo a un domingo generoso, entre roces y abrazos de algodón de mi cama, a veces parecía flotar en una ingravidez mullida que neutralizaba mi cuerpo totalmente. Mientras tenía un pie todavía enredado en las sábanas tibias de la vigilia, con el otro me deslizaba suavemente a un estado de inconsciencia donde fluctuaban mis pensamientos de lava. Una bola de reflexiones sociales topó en su ascenso con un cúmulo de recuerdos de papiroflexia con mis hijos. De la fusión de sus magmas surgían ante mí láminas de colores, que se doblaban hasta formar aviones de papel. Una tras otra se iban plegando y salían volando hacia lo profundo del crisol de mis sueños.


-Claro, claro- me narraba a mí misma- las buenas intenciones son aviones de papel.-


Al ritmo de la melodía del despertador quedó cuajada en mi mente esta idea siamesa de ideales de papel estampado.

Claro, son como aviones de papel porque su designio es estrellarse en el suelo. Siempre. Aunque verlos mantenerse a flote un instante es suficiente para no cansarse nunca de lanzarlos al aire, recogerlos, corregirlos, volverlos a lanzar.

Quienes suelen soñar despiertos pueden leer en el ejercicio elegante que traza un avión de papel que se pueden burlar los designios, que podemos crear diseños que en tanto dura su vuelo describen loopings y barrenas improbables y bellísimos. Sobre todo cuando no había nadie más mirando.

Algunos hay que lanzarlos con fuerza hacia el cielo para que venzan toda resistencia. Son los que llegan más lejos.

Otros hay que montarlos con cuidado sobre la corriente para que bailen y jueguen con ella. Estos últimos son mis favoritos.

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