Estaban las granadinas
- Celia García Castilla
- 3 ago 2021
- 1 Min. de lectura
Estaban aquel día las granadinas que lo regalaban.
Que salían al balcón a tirarte la llave porque tenían el telefonillo roto, con su cuerpo de cucurucho liadito en una toalla, por si se derriten un poco mientras subes, y un turbante de vainilla en la cabeza.
Que dejaban cojo no se qué partenón y descansaban en los taburetes de un velador su outfit dórico de faldones brillantes y estriados.
Que hacían el ademán de tirarse al cuello pero al final se mordían los labios y mientras daban otro sorbito se te comían con los ojos.
Que te abrían su nevera para que te tomaras un tentempié y te recomendaban muy sonrientes la mortadela vegana, salpicada con migas de pan de las pecas de su cara.
Que iban con sus maridos, que no las escuchaban porque solo miraban el móvil. Que para eso no hubieran salido.
Que te vendían una tarta de queso metida en su cajita sin dejar de mirar la lluvia. Como dando a entender que mejor pagabas con tarjeta, que no hay que contar el cambio, y podían seguir viendo escapar la tarde.
Que estaban en Junio. Que Marzo las rondaba.
Que se reían. Que querían hablar de los Ginkgos.
Que les llovía. Que se secaban.
Que se besaban. Y se apretaban. Que deberían buscarse un hotel...
Que estaban aquel día las granadinas para comérselas.

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