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PASION Y DUENDE EN LA ROMERIA

  • Foto del escritor: Celia García Castilla
    Celia García Castilla
  • 5 ago 2019
  • 1 Min. de lectura

La niña miraba el grupo de baile flamenco de las chicas mayores. Risueña, oronda, empezó a imitar sus pasos. Su madre incrédula la mira de arriba abajo. En su sobresalto extiende los brazos, abriendo espacio y ganando público entre el gentío, que al hilo de sus ojos desorbitados atiende a ese tierno brote de arte infantil.

La niña ríe entre vueltas torpes y quiebros.

La madre se pone blanca. Que la sujeten que se la come.

La niña se recoge hacia atrás dando un saltito.

A la madre le quieren fallar las piernas. Se consume en llamas de amor que aviva el duende y allí donde no acierta a expresar su catarsis de goce estético, la tita recoge el testigo y revienta:

-¡Ay la puta la niña!

La niña zapatea, graciosa y loca.

La madre ya siente hasta vértigos.

La tita redobla el empuje:

-¡Ay me cago en tó tu puta madre!

La niña chilla de gusto. Las vecinas ríen.

-¡Me cago en tu cara que gracia tienes en el coño!

Yo, poco mayor que la bailaora, miraba pasmada ese arrebato de folclore y sentimientos encontrados. Para algunos resultará grotesco, barriobajero. Para mí es una de las expresiones de amor más frecuentes y espontáneas que conozco. Es visceral, es pereño*. Es el sitio del que vengo.

*Natural de la localidad de Domingo Pérez de Granada

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