AIN'T GOT NO MONEY, AIN'T GOT NO PHONE, AIN'T GOT NO KEYS
- Celia García Castilla
- 29 ene 2019
- 1 Min. de lectura
No aconsejo a nadie irse con el niño al parque sin el móvil, sin dinero y sin las llaves de casa cuando el cónyuge se va a trabajar. Llegado el caso, hay que saber elegir a la vecina a la que pedir auxilio. Yo elegí mal. Elegí a una señora que era una nihilista. No podía creer nada. No se podía creer que hubiera salido a la calle así, sin más. No se podía creer que no llevara nada de comida para el niño. No se podía creer que no me supiera el teléfono de mi marido.
-Es que es nuevo.- Mentí.
Se puso en marcha un dispositivo vecinal que consiguió el número de Juan. Marqué el número. Juan no respondió. Al volver a marcar me quedé mirando al vacío porque ya se me había olvidado el número. Aquella señora no se podía creer que no lo hubiera apuntado en un papel.
-No, espere, ya lo había memorizado.- Mentí otra vez.
Improvisé las dos últimas cifras. Me preparé para fingir una conversación telefónica. Aquella señora no daba crédito a aquel mestizaje de Steve Urkel y Forest Gump con un hijo a su cargo que había buscado refugio en su hogar. Desde ese día debería creer en la divinidad, porque acerté el número y pude hablar con Juan, que vino a rescatarnos de tanto nihilismo a lomos de un corcel blanco. O en metro o yo que coño se ya.
Cabecita loca